ESTEBAN CISNEROS
FOTO: SARA ROCA
Guitarras en afinaciones extrañas, distorsión, armonías que se abandonan de la nada para luego volver a ellas, ritmos que se rompen en fracciones liosas y enrevesadas. Nada de solos, porque los héroes de guitarra han quedado (tal vez sólo por ahora) arcaicos. Atmósferas. La banda sonora de una película en cinta encontrada en un vertedero urbano, creación franca y espontánea. Ruido y caos enlatado gracias a un micrófono.
Ni una línea de letras. Nos hemos quedado sin palabras.
Así suena el underground: grupos instrumentales ensimismados que buscan estructura en la contingencia, la improvisación y la repetición. Alterar la estructura proporcionada y castiza de la canción.
Cal, de Madrid, hacen pop instrumental con guitarras eléctricas y tambores. Tras varias sesiones de ensayo, prueba y error, han grabado y lanzado su primer larga duración, Término (Mascarpone Discos, 2017); diez piezas musicales que se definen como “el camino más corto y el obstáculo” al mismo tiempo. La música de las paradojas.
Y ahí es donde sí hay palabras. Como en el arte contemporáneo, aquí hay un concepto. El grupo lo explica como algo holístico a lo Dirk Gently: caben lo mismo el ruido que lo ambiental, el folklore y el roll; se consideran groovy pero también profundos. Usan, para hablar de su música, términos como “desplazamiento tridimensional” y “esguince cerebral”.
Tiene sentido cuando vemos los orígenes dispares de los integrantes del grupo, que antes formaron parte de grupos como Coprolitos, Muletrain, El Pentágono del Poder y Ginferno; por lo que en la sangre de Cal corre el punk, el thrash metal, el hardcore, el noise y el indie guarro y esquizofrénico. Lo notable es que todo suene tan medido y cerebral acá. Hay mucha seriedad y mucha ironía; es un grupo consciente de sí mismo, ya no de garaje sino de laboratorio casero.
El espíritu del jazz post-bop (la improvisación, la carencia de letras, la unión de músicos de distintos orígenes para aprovechar su estilo adquirido para crear algo nuevo) sigue apareciéndose en el rock justo cuando éste ha mutado en música de museo; no es ya original sugerir que la música que dominó la segunda mitad del siglo XX tenga otros usos en el XXI, que haya pasado por una “etapa jazz” para llegar a otro destino al que parece no haber llegado aún. Y en esta transición (hacia donde sea que vaya), lo instrumental –qué cosa más clásica, ¿no?– y, sobre todo, la falta de una partitura inicial para indagar con mayor albedrío en las posibilidades de una pieza.
Cal, de Madrid, hacen pop instrumental con guitarras eléctricas y tambores. La música de hoy, la que quiere romper la línea del tiempo del rock y, al menos, trazar una parábola o una espiral; la que se olvidó de la tradición del blues y la del verso-estribillo a fuerza de tomar pastillas de amnesia en forma de discos de Sonic Youth y sus serpollos. Cal, de Valencia, es música contemplativa, la que –con suerte y trabajo– dará forma a la música de mañana, que será de acción, pendencia y celeridad.
Término, de Cal está disponible en CD, cassette y streaming. Puede ordenarse y escucharse en Bandcamp.
C/S.
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