JOSÉ A. RUEDA
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Si alguna vez os da la sensación de que toda la música que viene de España se hace en Madrid y en Barcelona, tened en cuenta que, con la que nos está cayendo en el sur de Europa, el que no emigra a otros países encuentra mejor refugio en las grandes ciudades de la Península.
Bien me gustaría que Andalucía fuera el referente musical que históricamente merece. Lo es, de hecho, pero en el exilio. Lo mismo que en la época de Camarón, cuando malvivió en la capital trabajando de palmero en el emblemático Torres Bermejas.
De igual forma, como emigrantes andaluces en Madrid, me dieron a conocer a Hazte Lapón en 2011, época en la que mi colega sevillana Rosa Ponce tocaba la batería con ellos. No son de Madrid, pero tampoco se puede decir que de Andalucía, aunque el acento malagueño se adivine pronto en el hablar de Lolo González.
Además, el nombre de Rosa es uno de los varios que ha pasado por los títulos de crédito de la banda (la dificultad de mantener un grupo en tiempos de supervivencia suele motivar estos cambios de formación), pero desde el principio Hazte Lapón han estado dirigidos y protagonizados por Saray Botella y el mencionado Lolo.
La pareja entiende el pop como lo que realmente es: la música del pueblo. Y eso, además de no suponer ningún complejo de inferioridad ni ningún guiño a lo comercial, tampoco ciñe la música a un género establecido ni a una cultura geográficamente específica.
Por ello en su repertorio sonoro se encuentran billetes de ida y vuelta a Brasil (la bossanova), el norte de Europa (la electrónica) y, por supuesto, la España cañí (la copla). Por si fuera poco, consiguen evitar el batiburrillo estilístico al pasar todos sus ingredientes por la túrmix y verterlos en un sonido único pero multirreferencial, que por momentos casi se me asemejan a una especie de Animal Collective orquestados por Ben Gibbard. Y precisamente ahí es donde llegan: al gusto por la cotidianidad de Death Cab For Cutie (o el celebradísimo proyecto puntual de Gibbard, The Postal Service), o al engrandecimiento de las cosas pequeñas por parte de los Magnetic Fields. Ambos artistas son menciones obligadas a la hora de hablar de las influencias de Hazte Lapón.
Sobre un agradable acolchado –en el que no faltan violines, piano o xilófono–, la banda acomoda sus melodías de andar por casa y sus letras confesionales cargadas de humor oscuro. Y es que Saray y Lolo emplean ese recurso tan castellano-cervantino de tomarse las cosas aparentemente a la ligera para finalmente abordar con astucia temas serios y eternos en el pop, como el mono de amor, las dosis de odio, la angustia de vivir o el miedo a perecer.
Será por el cariño hacia el pequeño formato o será por las consabidas dificultades del mundo alternativo para editar discos mayores. No lo sé. El caso es que la discografía de Hazte Lapón se encuentra desperdigada en singles, EPs y un largo que asoma por ahí.
Todo esto viene a colación de querer acompañar No son tu Marido (El Genio Equivocado, 2015) con un epíteto apropiado del tipo “el segundo disco de los madrileños”, pero afirmar esto sería impreciso y cercano a la mentira. Lo que sí me atrevo a decir es que No son tu Marido consagra a Hazte Lapón en el mundo del pop independiente y se postula para los mejores álbumes del 2015. De eso no tengo duda.