NICOLÁS GONZALEZ
A ver… este reporte es producto de la ansiedad. Esa ansiedad que sentimos cuando escuchamos algo genial y enseguida queremos decirle a un carnal: “Oiga, bro… tiene que escuchar esto. No sé quién es, ni de dónde salió. Ni siquiera sé muy bien qué es. Pero tiene que escucharlo”.
“Vamos a sacar un disco dentro de poco” me dice la Kobra. Yo por dentro voy calculando, en tiempo de artistas “dentro de poco” pueden ser quince días, seis meses o un año, con lo cual de inmediato empiezo a idear la forma de convencer al editor de LAPOPLIFE de que, aún teniendo solamente un EP de cuatro temas y un par de singles, debíamos hacer este reporte de La Kobra Kei. Le mentí. Le solté un “hay más temas en Soundcloud”. Y hasta fui más lejos: “creo que en Spotify hay un disco”. Pero fue por ansiedad. Esa que sentimos cuando… eso.
Detrás de la Kobra hay un universo en construcción. Ya eso de movida me parece atrapante: No es solamente un grupo que hace canciones y toca. Existe en ellas una doble intención disimulada, que es la que permite que tomen visibilidad elementos, situaciones y motivos que normalmente se encuentran en los márgenes, en ese territorio al que le dicen “under”.
Las hermanas Blancanieves y Dulcinea Damevin se nutren de ahí: de la noche, de La Pirámide, de los freaks que andan dando vuelta, del re-boom de los noventas. Y con eso trabajan. Blancanieves rapea a fuego, y Dulcinea tira pistas y se encarga de las teclas. Suman las nuevas tendencias, el drum & bass y por supuesto coquetean con el reggaeton y la cumbia. Si lo ponen en una fiesta, estalla.
Kobra Kei – Playa
Pero lo atrapante del dueto es cómo trabaja en la creación de su universo. La manera en la que viene construyendo el “relato” de lo que es Kobra Kei en sí.
Con internet como aliada número uno, la Kobra viene implementando una estrategia sumamente eficaz, la cual le ha permitido diseminar su acotado pero poderoso material. Como todo, eso tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, ya que con el aumento de las reproducciones aparecen nuevos fans, pero también nuevos haters.
Supongo que como en todas las escenas, en la argentina el hater es un personaje bien conocido, mezcla del que “lo escuchó primero” con el que “le gusta lo de antes porque lo de ahora ya es comercial”. Seguramente primo de “yo toco mejor”. Sin embargo en el caso de los odiadores de Kobra Kei, el fenómeno alcanza niveles incluso (¿pseudo?) filosóficos.
Ese fue el caso del “crítico” de arte Rodrigo Cañete, un controvertido personaje, ex funcionario durante la presidencia de Eduardo Duhalde (“el que depositó dólares, recibirá dólares”) que desde hace unos años dirige desde Londres el blog loveartnotpeople (LANP).
El odio visceral que Kobra Kei despertó en el perfomer/blogger lo llevó a dedicarle reiteradas publicaciones en el blog, argumentando sobre el grado de autenticidad de la Kobra, o incluso llegando a publicar que “luego de tres videos kobra kei no logra convencerme de que es capaz de llegar al orgasmo”. Está más que claro que, como crítico de rock, Cañete es un excelente cerrajero.
Kobra Kei lo tiene todo: la actitud, la frescura, el bagaje de información necesario y, como si fuera poco, manejan unos beats a prueba de hombres blancos que no saben bailar. Las acusaciones de que las hermanas Damevin pueden ser tan vacías como un globo de chicle rosa me parece que no se condicen con el material que tienen entre manos. Además, detrás del sonido de Kobra Kei hay un experto: Ezequiel Araujo (El Otro Yo), quien fue el encargado de la producción de todos los singles que lanzaron hasta el momento, y también el responsable de esa tarea en el disco que están preparando para este año.
Kobra Kei, internet, redes sociales, bloggers, mala/buena publicidad, pornografía post internet, lolitas japonesas, electropunk y tecnopop. Todo se mezcla en el fenómeno Kobra Kei, y creo que es por esa condición transmedia que el fenómeno se hace cada día más grande.
No tengo duda de que en breve pisarán suelo mexicano. Y tampoco dudo que van a gozar.
Kobra Kei – Romantik (EP, 2014)
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