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BB King: The thrill is gone

May 15, 2015

BB-KingESTEBAN CISNEROS

I

Hay un tiempo que me gusta recordar pero al que jamás volvería (como si pudiera). Tengo 13 o 14 años y odio muchas cosas. Menos las tardes de viernes. Callejeo con Felicia y Karen, a veces con Eduardo, si es verano está Chibuya. Formamos una pequeña familia porque somos demasiado inseguros y estamos demasiado enojados y confusos. 

Una de esas tardes, entramos a la casa de Felicia por la ventana y nos quedamos en la sala; Chibuya (o alguien) lleva unas latas de cerveza Modelo y las abrimos. Husmeo en la colección de discos del padre de la anfitriona y sin preguntar pongo uno en el estéreo. Luego otro. Así se nos va la noche. Yo lo único que quiero es escuchar.

Había montones de discos de blues. Ahí aprendí. Algo tenía esa música. No hablaré de cosas de catarsis y dolor porque dudo que por ahí vaya la cosa. Más bien era una música que nos permitía ser más raros que los demás, distintos, yo-sí-y-tú-no, nuestro secreto de cófrades. Yo creo que ni siquiera nos gustaba tanto, pero terminamos por creérnosla. Y un día, poco después, me descubrí realmente escuchando y disfrutando el blues.

Era BB King, claro, como aquella primera noche. Los gustos adquiridos son geniales. Que sí.

 

II

“Yo una vez vi a BB King”, decía Alex, “y aguanta bien poquito parado en el escenario. Se cansa y le llevan una silla y se sienta”. Alex es mi primo mayor y recaló en mi casa tras un año tumultuoso. Me enseñó mis primeros acordes de guitarra. Cada que nos veíamos (no: cada que nos vemos) hablamos de música. Y, por alguna razón, esa conversación sobre King se me quedó en la cabeza. Yo me obsesioné con tocar blues porque me clavé con la Invasión Británica para llevarle la contra a mis compañeros de secundaria, y a todos esos grupos les gustaba el blues. Intentaba tocar “Paying The Cost To Be The Boss” y seguro que mi primo me corrigió o algo, no recuerdo. Pero presumió haber visto al jefe, a ese que hoy ha dejado viuda a Lucille. No sé dónde. No sé si pregunté o no, o si me dijo y lo olvidé. No sé si lo inventó todo. Pero mejor pensar que sí lo vio. Como sea, aquella vez me prometí ver algún día a BB King en vivo, no iba a ganarme él las mejores historias siempre; todo el tiempo hacía cosas fantásticas que yo tenía demasiado miedo para hacer. Pero un día iba a igualarlo. O a ganarle, quién sabe. Aunque eso solo lo lograría subiéndome a un escenario con The King.

 

BB King 1III

En 2002, el 2 de mayo, BB King visitó Montreal. Yo estaba allí. Me compré un asiento de palco, porque no quedaba ya mucho dinero. La sala Wilfrid-Pelletier de la Place-des-Arts se llenó. Primero tocaron The Mocking Shadows, un grupo de Calgary que no estaba nada mal, pero al que le perdí la pista por completo después de eso. Luego salieron los músicos de King, dando saltitos. Parecían un dibujo animado. El líder de la banda gritaba y manoteaba, bailaba y le hablaba al público. Y luego anunció al señor al que todos íbamos a ver y la sala se deshizo en aplausos (es Canadá o, mejor dicho, Quebec, y suelen no gritar tanto en la vida). A la fecha, creo que es de lo mejor que he escuchado en vivo. Y, efectivamente, tocó dos canciones de pie, le llevaron una silla, apoyó a Lucille sobre su barriga y tocó con una familiaridad extraña, como si estuviese en el porche de su casa.

Es evidente que no me subí al escenario, así que nunca podré ganarle al primo mayor. Pero al menos cumplí mi promesa y estuve en la misma sala que The King.

 

IV

Como buen adolescente de la transición del XX al XXI, tuve en algún momento los dientes llenos de fierros. Sí, terrible. Pero coincidió con la llegada de mi primera guitarra eléctrica, una Yamaha Pacifica (of course), así que qué más daba. Aprendí algunas escalas de blues y seguro sonaba espantoso, pero ni BB King nació sabiendo tocar (eso me decía para consolarme; en realidad hasta yo estaba consciente de que el ruido que hacía era lastimoso). Eso sí, tocaba e imitaba los gestos ridículos de mi bluesman favorito porque de qué servía tener una guitarra eléctrica si la iba a tocar con cara de póker. Tocaba “The Thrill is Gone” a la menor provocación. En eso estaba cuando una amiga me retó a “mejor tocar como Hendrix”. Y ahí voy de pendejo. “Con los dientes”, pidió ella. Y yo, el Papanatas más Imbécil de la Historia de la Humanidad®, lo hice. Ya adivinarán qué pasó después.

Hubo que desencordar en una posición incomodísima, con una Yamaha Pacifica pegada a la nariz; la electricidad zumbaba y el amplificador hizo un feedback muy bonito y que jamás he logrado imitar. “Miren, el idiota con la cuerda de guitarra atorada en los frenillos”. Y la amiga (¿lo era?) hacía un Doctorado en Carcajada Burlona frente a mí, su dedo índice en dirección mía y su otra mano en la frente sudorosa de tanta hilaridad. Pinche amiga. Pinche Hendrix. Pinche imbécil, yo.

Dediqué muchos meses a perfeccionar esa escala de blues, intentando olvidar aquella vergüenza que, por supuesto, corrió de boca en boca entre los pocos panas que tenía. Todos querían ver mi imitación de Hendrix. Pero yo me centré en “The Thrill is Gone” hasta que sonó decente. Me encanta tocarla aún, aunque creo que ya no hago caras a lo King, pero no lo sé de cierto.

 

BB-King 2V

Y está esa otra historia, claro, la de la maldición que BB King le arrojó a Bull Tapp. Pobre Bull Tapp. Pero esa historia la contaré en otra ocasión, supongo.

Chau, King. Hizo usted honor a su nombre.

 

C/S.

– 

 

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Filed Under: Música Tagged With: BB King, blues

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