ENVIADO: ARTURO URIZA
FOTOS: CARLOS VARGAS
Las reseñas de festivales y conciertos generalmente tienen un esquema muy simple: la gente fue, las bandas tocaron, todos la pasaron bien (en general) y fin. Y no es que quiera rectificar esa postura, pero en verdad es muy fácil pasarla bien en Nrmal, más que en cualquier otro festival de México. Todo es amable: la gente que va, la que atiende, las bandas… vaya que es a lo que se aspira en general en cuanto a conciertos en este país. Lo corroboro.
Por supuesto, eso no deja exento a Nrmal de algunas fallas, que si bien existen, son menores en comparación con otros eventos similares, incluso los organizados por empresas mucho más grandes.
DÍA 1
Así, el sábado llegaba y a lo lejos ya sonaba (Sic), un proyecto que a pesar de la hora en que se presentó, estaba sonando fuerte y gritado. No era nada nuevo bajo el sol pero igual no estaba mal la combinación de batería en vivo y unas cuantas reminiscencias al metal experimental. Los alemanes de Aloa Input eran lo siguiente en el escenario rojo y a pesar de que comenzó bastante bien, no me hizo quedarme.
Después de unas vueltas llegaba la hora de una de las primeras cartas fuertes del festival: Low. De ahí en adelante todo explotó.
Y es que los de Low, con su estatus de leyendas, demostraron por qué valió la pena tanta ansiedad previa; canciones bellísimas y potentes, todo mientras el sol se ocultaba.
Los Pirañas eran uno de los actos que más me emocionaban y vaya que valió la pena. La mezcla de psicodelia, sonidos latinos y extravagancia electrónica fusionada con un espíritu casi punk hicieron bailar a la gente con un set corto pero punzante.
Minutos después, los tijuanenses de San Pedro El Cortez aparecían con un show bien preparado y lleno de mucho humor.
El sonido rondaba entre una muy bien amarrada banda de punk rock y una nueva congregación sonora de psicodelia mexicana, además de banderas y copas y ajos que volaban hacia el escenario. Es bueno ver bandas mexicanas de este tipo en horarios estelares.
Föllakzoid era otra de las cosas que había que ver. Estos chilenos llevan unos años forjando su paso a través del sendero más fino del krautrock. El desarrollo de su acto en vivo es profundamente hipnótico y se les deben dar méritos extras por sonar increíblemente bien en directo, tal y como en sus grabaciones, las cuales son increíbles.
Deerhunter sería la próxima parada y debo ser honesto y mencionar que en esta ocasión no quedé satisfecho con su show. No creo que tenga que ver con que sean una mala banda, simplemente están en un momento de su carrera que los ha orillado a un acto en vivo bastante suave, muy diferente de hace unos años, cuando explotaban con olas de salvajes sonidos y capas feroces de distorsión. Aún así nada mal, supongo que habrá gente a la que le haya generado más que a mí.
A Place To Bury Strangers es una fuerza de la naturaleza y lo demostró sin problemas, sobre todo cuando se trata de volumen y guitarras distorsionadas, por lo que fueron uno de los actos del día.
HEALTH dividió al público: hubo quienes los amaron y quienes nomás no les entendieron. Creo que ellos son el pop del futuro, porque suenan enérgicos, ultra ruidosos, y llenos de texturas sonoras y disonancias que conviven sin problemas con una voz melódica que no equilibra pero da muchísima personalidad.
DÍA 2
El domingo empezaría con The Body, una banda infernal que a las 3:30 PM ya estaba abriendo hoyos negros en el escenario, aunque por desgracia algunos problemas técnicos acortaron el set y a varios nos dejó bastante hambrientos.
Pasadas las 5:00 PM, Blanck Mass daría una de las mejores presentaciones del festival, especialmente en la cuestión electrónica.
Por su parte, tanto Jenny Hval como Jaakko Eino Kalevi, a pesar de ser proyectos que en material grabado no me parecen nada malos, en vivo me dejaron un poco a deber, tal vez por mi necesidad de escuchar algo un poco más energético.
Y lo que faltaba aparecería sorpresivamente con un proyecto colombiano llamado Mitú, el cual desconocía por completo y que me hizo recordar que ese es precisamente uno de los grandes méritos del festival: recomendarte algo que buscarás al salir de ahí.
La mezcla de big beat y sonidos latinos tronaron el escenario, y la gente bailó sin parar por una hora.
Battles, la carta fuerte del día tomarían el escenario para dar una buena clase sobre rítmica, especialmente cuando ves a John Stainer domando la batería con una destreza tormentosa, mientras el resto de la banda es guiada por un camino complejo que van trazando con inconsistencias numéricas exactas.
Slowdive comenzó bastante flojo, pero mejoraría y parecía complacer a los fanáticos del sonido de esta también legendaria banda; un set bastante bonito.
El cierre correría a cargo de los japoneses Acid Mothers Temple, una banda de culto que juntó a gente fanática de la psicodelia y el rock experimental. No había mejor forma de acabar con los últimos pedacitos de energía que con este gran acto, antes de irnos a casa.