ARTURO URIZA
A French Kiss In The Chaos, segundo álbum de “El Reverendo” Jon McClure, fue la introducción para muchos de nosotros a esta banda inglesa, quienes ni con un sencillo como “Silence Is Talking” y su acelerado sampleo a “Low Rider” de War, lograrían colocarse en el imaginario popular.
Y es que el estigma de tener como sencillo principal una canción que engancha más por la poderosa cadencia de aquél himno funk que sampleaban que por sonidos “originales”, hacía que muchos dudaran del ingenio de la banda. Y es que, aunque tenían buenos sencillos pop, tampoco estaban descubriendo América.
Para mi asombro, la banda sigue existiendo, y no sólo sacaron un álbum en 2012, sino que este año vuelven con una cuarta placa titulada Thirty Two. Debo admitir que de entrada esperaba un trabajo mucho menor; tenían el factor sorpresa, de algún modo llevaban las de ganar.
Thirty Two es un disco rápido, energético, creado bajo los cánones del pop inglés de alta valía. Adentro caben referencias obvias a las canciones más dance de Blur, a las corrientes inglesas de electro rock más dosmileras –equiparables a unos Klaxons o Does It Offend You, Yeah? en sus mejores momentos–; lo que sea que eso signifique. Aunque también, el problema precisamente podría radicar justo en lo tarde que llegaron.
Esto por supuesto no interfiere en la calidad de composición; ¿son lo suficientemente frescas las canciones para ser importantes? Pues depende de qué tanto hayamos escuchado de ese electro rock, bastardamente clasificado como nu-rave, y por supuesto de qué tanta sensibilidad tengamos a las canciones manufacturadas para ser hits. Otros sonidos parecidos podrían enlistarse: Bloc Party, Hot Chip, Kasabian, The Music, The Bravery.
Ahora, podríamos definir este nuevo álbum de Reverend and The Makers de algunas formas. La primera: un expendio de copias bien hechas y perfectamente bien estudiadas, con una leve capa de originalidad. Segunda: un disco perfecto para el soundtrack del próximo videojuego de FIFA. Y tercera: un disco pop que sin pensarlo mucho suena bien y podría servir para sacar un sencillo veraniego del 2014.
¿Banal? Tal vez. ¿Necesario? Para nada. No lo castiguemos más, el disco es otro buen intento por pegar de un banda que si bien ha teloneado a actos consagrados no logrará mucho. Si hubieran estado destinados a lograrlo ya lo habrían hecho hace años.
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