JOSÉ A. RUEDA
Podría hablarse del enésimo grupo español influido por estéticas estadounidenses. Y no nos equivocaríamos. Pero la asunción del ideario bluesero por parte de los andaluces Guadalupe Plata va mucho más allá de la burda imitación.
Lo he dicho muchas veces: Guadalupe Plata hacen flamenco. Con instrumentos de rock’n’roll, pero flamenco. Y tanto Pedro de Dios (guitarra y voz) como Carlos Jimena (batería) me lo dejaron caer en una lejana conversación de 2011 a propósito de su primer álbum: “No intentamos copiar la misma forma americana de hacer música, sino que también somos conscientes de donde venimos y lo adaptamos a nuestro entorno” (Pedro). “El flamenco y el blues son dos cosas que van de la mano. Al fin y al cabo estamos hablando de zonas del sur de dos países y, aunque parezca que puedan estar muy lejos, hay muchas similitudes en cuanto a la manera de sentir la música” (Carlos).
Desde aquella entrevista hasta hoy han acumulado un EP, tres largos y muchos conciertos dentro y fuera del territorio español. Otros países de Europa y América (hablen o no castellano) han sucumbido ante los impetuosos ritmos de Guadalupe Plata. Porque no solo los quejíos aflamencados de Pedro han resultado exóticos para el público de otras lenguas, sino que la confusión España-México (que, creedme, no solo ocurre en los Estados Unidos) ha jugado a favor de los de Úbeda, pues su gusto por la iconografía esquelética (que recuerda a la Santa Muerte) y su guiño no intencionado a Nuestra Señora de Guadalupe (arraigada entre los creyentes mexicanos) han creado un exotismo hispano indefinido y ambivalente para estas dos culturas de habla castellana. Así, lo mismo dejan boquiabiertos a los rockabillies de Austin como se meten en el bolsillo a los hipsters de Berlín.
Su último álbum, homónimo al igual que toda su discografía, vuelve a despachar un torrente de rock-blues visceral acicalado con fraseos vocales mínimos. El sonido compacto logrado en su penúltimo disco se repite aquí, quizá con la novedad del tratamiento vocal que, para bien y para mal, se antoja algo estandarizado.
Pero lo más importante es que Guadalupe Plata siguen sonando a ellos mismos. Y eso no se puede decir de cualquiera.
–