JOSÉ A. RUEDA
En 1997 Los Fresones Rebeldes cascaron la corteza del underground cañí para llevar sus estribillos contagiosos hasta las radios más comerciales. Surgió entonces una mini ola de pop naíf que pronto moriría por sobredosis de azúcar. Aquel fue el último antecedente de lo que ahora parece estar ocurriendo en un lugar muy concreto de la Península Ibérica.
Y es que algo deber de tener Navarra con el power-pop setentero como para que allí haya nacido un sello tan particular como Chin-Chin. Porque aunque la discográfica se haga llamar Records Mundiales (quizá solo por el simpático juego de palabras), la mayoría de sus grupos proceden de Pamplona y otros pueblos navarros –exceptuando la presencia catalana de Los Urogallos y Los Animalitos del Bosque.
El catálogo es amplio (más de una docena de artistas), pero el abanico de estilos airea al unísono: pop retro, espíritu ye-yé y vena garagera. El mismo sello lo llama pop-abilly y algunas de sus bandas, como Las Chinchetas, han acuñado el término triciclobilly. Si estuviéramos en los noventa –la gran década de las escenas locales en España– esto lo habrían bautizado como Pamplona Sound, como ya hicieron con Donosti –vinculado al pop melancólico– y Xixón –sinónimo de noise-rock anglófilo.
En lo que sí son “mundiales” los de Chin-Chin es en sus aspiraciones internacionales. De este modo, poniendo Navarra como eje, la discográfica ha esparcido su catálogo de Este a Oeste del planeta. Si primero lanzaron a Los Ginkas en el siempre sorprendente mercado japonés, a principios de este año llegó el turno de las Américas, editando una compilación especial para México.
Se trata de un CD de 23 canciones –cada una de menos de tres minutos– con el que quedan representadas casi todas las bandas que publican en esta disquera. Nombres como June y Los Sobrenaturales, Las Kasettes y Les Letraset’s tienen todos los boletos para ser los próximos españoles en cruzar el Atlántico.
El recopilatorio se puede adquirir en formato digital vía Bandcamp, pero recomendamos el formato físico por dos razones capitales: honrar el esfuerzo realizado por estos amantes de la música independiente para que los grupos en los que creen lleguen hasta México. Y defender el postergado CD –¡no solo de vinilo vive el melómano! –, que en el caso de Chin-Chin en México atrae por su diseño mimado, la información de los grupos y unas pegatinas de regalo.
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