JOSÉ A. RUEDA
FOTO: Albert Jodar
Es imposible acercarse a la nueva obra de Fernando Alfaro sin compararla no sólo con lo que el albaceteño ha hecho hasta ahora (Surfin’ Bichos, Chucho, Los Alienistas), sino también con lo que sus compañeros de farras en algunas de esas bandas han parido últimamente.
Así que primero hablemos de Burrito Panza. El grupo de los dos ex-Surfin Bichos menos mediáticos –Carlos Cuevas y José Manuel Mora– ha editado un par de discos nada desdeñables donde las tres características más identificables del indie-pop español (la guitarrera, la melódica y la poética) brillan hasta cegar. Por otro lado, Joaquín Pascual acaba de sorprendernos gratamente con un disco de cuya madurez compositiva hablamos en la última entrega de Reporte Ibero.
Pues bien, Saint-Malo (2015), el segundo trabajo de Fernando Alfaro en solitario desde 2011 (el tercero, si contamos el álbum junto a Los Alienistas, de 2007) combina rasgos evolutivos oídos tanto en Burrito Panza como en Joaquín Pascual. Con este coincide en su crecimiento como letrista, siendo los nuevos textos de Fernando menos farragosos y artificiales.
Sin perder el sentido artístico, Alfaro atina más en la selección y el orden de las palabras, tomando nota del Sr. Chinarro que va de El Fuego Amigo a Presidente (en “Velero” parece imitarlo incluso en el acento sevillano) o de la manera elemental de contar historias a lo Vainica Doble (“La edad media” es un buen ejemplo de ello).
En definitiva, Fernando Alfaro muestra un progreso a la hora de componer que nos recuerda al que lucen J y Manu Ferrón en Grupo de Expertos Solynieve y que corrobora (junto a artistas como Christina Rosenvinge o el nombrado Joaquín Pascual) que los 50 son una edad grata para escribir.
Volviendo a Burrito Panza, Fernando Alfaro exhibe un idéntico y eterno gusto por el rock melódico, lo cual conecta también con Surfin’ Bichos, de los que –afortunadamente para los nostálgicos– resuenan ecos en “La luna aplastada” y “Pijama de fantasma”. Y si nos vamos a Chucho –con los que estaba girando mientras componía las piezas de este Saint-Malo–, Alfaro recupera vestigios de mala leche en “Arrancando las vías” o “Se aniquila piso”, pero desechando la lírica hermética de antaño.
Discos como Saint-Malo consiguen que extrañemos menos a los históricos Surfin’ Bichos y que, en lugar de rogar su regreso (cosa que sucedió, aunque por sorpresa y para tocar sólo tres canciones, en el festival Contempopránea), pidamos que Fernando se acuerde en directo de su repertorio antiguo, al igual que hacen artistas como Morrissey o Noel Gallagher cuando deleitan a su público con canciones de The Smiths y Oasis. Bien dispuestos y seleccionados, los clásicos inmortales de Chucho y los Surfin’ encajarían de maravilla con el nuevo inventario del maestro de Albacete.
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