PABLO CHILITO
Así como Los Maricas se robaron mi atención casi de inmediato, tanto por su música como por su nombre, Tristán Alumbra también guarda un lugar especial en esa especie de álbum musical que constantemente estoy llenando con bandas que conozco en el camino.
La primera vez que oí hablar de ellos, creí que se referían a un músico extranjero de nombre y apellido peculiares, pero esa percepción cambió cuando escuché su primer disco y vi que se trataba de un power trío envuelto en una suerte de lumbre que los ha convertido en una propuesta más que atractiva.
Para empezar, esta banda no puede ser catalogada dentro de un género musical en particular; unos dicen que es rock y otros que es jazz, aunque ellos prefirieron bautizarlo como “rock inversau”.
Y es que el conjunto crea una combinación de distintos elementos y texturas que envuelven la música contemporánea con la tradición, como en una explosión luminosa. Sí es jazz y sí es rock, pero también es surrealismo, música creada con el alma, con el corazón y con cada parte del ser. Por ello es que no se trata de una propuesta ordinaria, sino de música que te toma por sorpresa y te arrastra hacia paisajes desconocidos.
De su trabajo resalta el tinte experimental que impregna sus dos álbumes y que los acompaña desde Benjamín, banda antecesora a este proyecto.
Con su primer disco, Trino Trueno (2016) dieron justo en el blanco al mostrar ese lado, digamos performativo, como una suerte de puesta en escena en la que la música, lo teatral y lo emotivo se juntaron para llevar al público una cadena sensorial, divida en cortes como “Mudanza”, “Suculenta” y “Tierna canción para la telekinesis”.
Su segundo álbum, Faro, de reciente aparición, se desligan un poco del performance y se acercan más hacia la luz, aunque sin abandonar lo experimental. Con esta grabación, la banda presenta una construcción y deconstrucción de su propia música y de los sonidos colombianos, jugando más con la introspección y enfocándose en la creación de paisajes sonoros en los que prepondera, la imagen de la luz al final del túnel, aquella que ilumina el recorrido que compone las siete canciones del disco, como se evidencia en cortes como “Costa Brava”, “Escalera” y el primer sencillo, titulado “Necio”.
Si tuviera que describirlos con una sola palabra diría que son un fulgor.