NICOLÁS GONZALEZ • Electropop con matices cibernéticos desde la ciudad de Rosario.
FOTO: Barbara Sandoz
Desde los inicios del rock en Argentina, la ciudad de Rosario en la Provincia de Santa Fe, al noroeste de Buenos Aires, ha sido un punto clave en la formación, tanto de grupos, como de solistas.
La influencia de esta ciudad en el “rock nacional” se siente tanto en períodos como el de los ochenta, donde la “trova rosarina” se acercaba a la canción de protesta y a la melancolía, como también en etapas posteriores, donde la frescura y el glamour alentado desde Buenos Aires, se contagió hasta esta ciudad, la tercera en importancia en el país luego de Córdoba y Buenos Aires.
Hoy hablaremos de un grupo de esta ciudad. Su nombre es Matilda. Todo comenzó a mediados de 2002 con la edición de Tres Corazones Rotos y un Ordenador, siendo un trío compuesto por Juan Manuel Godoy, Ignacio Molinos y Maxi Falcone dedicado al electropop con matices cibernéticos, aunque contaban con la utilización de guitarras en algunos temas.
Hace casi diez años, en el otoño de 2005, salió a la luz Formas de Inventar Nuestro Destino, segundo trabajo ahora como dúo, compuesto por Ignacio Espumado y Juan Manuel Godoy. Se trató de nueve tracks de un pop sutil, un tanto frío en su sonido, pero acorde a la tradición rosarina de letras “importantes”.
Tres años después le siguió Para ser Movimiento, disco que personalmente es el que más escuché y lo encuentro fenomenal, tanto por su sonido cyber-techno, un tanto retro por momentos, que me remite a proyectos como Chico Ninguno, como por sus letras llenas de paisajes demoledores.
Su último trabajo fue lanzado en agosto de 2012 y se llamó Las Acciones Cotidianas. En él encontramos un condimento “natural” no presente en los discos anteriores. Se trata de sonidos y ambientes naturales, con sintetizadores de largo vuelo, que matizan las bases internetísticas, otorgándole un nuevo marco al electropop convencional.
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