ALEX CASTRO
Hay discos que requieren dos, tres o seis escuchadas para quedarse en la cabeza… Y discos que se quedan desde la primera. Como éste, cuya intención es clara desde la tapa: Pop de guitarras, limpio y preciso. Sin más pretensiones.
Una rápida búsqueda por internet sugiere afinidades de este quinteto ecatepequense con bandas como Ventilader, Enjambre o La Gusana Ciega, aunque lo de Odisseo -mote que surge de la temática de sus letras, basadas en odio y deseo- se antoja más convincente que lo de los mencionados, por lo que la comparación podría hacerles un flaco favor.
Odisseo libra con dignidad los dos talones de Aquiles del llamado rock mexicano: La voz y las letras. Y no porque ostenten una voz privilegiada o sus frases sean dignas candidatas a un premio literario (que de todos modos andan muy desprestigiados en estos días), sino porque se nota que no pararon frente al micrófono al primer pelado que se les puso enfrente y que no se pasan por el Arco del Triunfo hasta las mínimas reglas del lenguaje, como hacen muchas bandas.
Canciones bien hechas y bien ejecutadas, vestidas con guitarras limpias y teclados setenteros que recuerdan a lo último de Banda de Turistas, por ejemplo. Mención aparte para el ingeniero de la grabación, que hizo que cada cosa sonara clara y en su lugar. Parece que estos señores no sólo son eficaces y solventes, si no también entendidos de que el do it yourself no está peleado con la calidad. Para un resultado más satisfactorio, adminístrese el álbum íntegro, con audífonos y a buen volumen.
* La cubierta minimalista del disco es un homenaje al diseñador Dieter Rams.
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