LANE COUTELL
Más de lo mismo, con buen aderezo.
Aventurarse en los confines de un género musical calificado como serio, pero que puede pasar desapercibido muy fácilmente, es uno de los retos que se tienen al escuchar un disco de Mogwai, ya que a pesar de que el post rock se ha convertido en la alternativa viable para ciertos escolares, no podemos negar que su acceso dentro de las conciencias mundanas ha sido muy limitado.
La banda tiene una construcción estética bastante definida y si de algo pueden ser culpados, es de mantener coherencia y fidelidad a su propio sonido. Sin embargo, poco a poco han buscado acoplar nuevos recursos que aporten variedad a su discurso y en Rave Tapes existe un claro acercamiento al universo de los sintetizadores análogos (muy socorrido últimamente), cuyo peculiar timbre realiza un firme enlace entre la tecnología descartada, la nostalgia y la promesa de lo que pudo ser (pero no fue) nuestro futuro y que ahora es revisitado por nuevas generaciones, con fines de – paradójicamente– sumarle frescura a su propia creación.
Es claro que el uso que hace Mogwai de estos artilugios carece de ingenuidad y sólo reafirma esa fórmula que ya tienen dominada: Guitarras con dinámicas polarizadas que van de la repetición de suaves arpegios hasta poderosos ataques de distorsión cercanos a Slint o el característico sonido afilado de Shellac, pasando por una base de texturas con un toque de Tangerine Dream, sumadas al uso de la palabra hablada como sustituto de melodía, referencias satánicas de cajón y la continua búsqueda por coexistencia entre la calma y el caos, forman esa identidad tan especial que hace único a cada disco de Mogwai, sin necesariamente tener que modificar la base que tanto explotan.
La palabra “emprendedor” está más asociada con el mundo de los negocios que con el de la creación artística, pero encaja en la descripción de una banda como esta, que a pesar de tener cierta comodidad al crear, se esfuerza por aderezar sutilmente un trabajo que ya no requiere ser adornado.