DJ CONCHA Y TORO • Pensarás que tiene una vida envidiable, pero no quisieras estar en sus zapatos.
Shawn Carter debe estar preocupado por sus inversiones en ciertas cadenas hoteleras, bares, máquinas tragamonedas, líneas de ropa y productos de belleza. Lo que tiene empeñado, tan solo en esas áreas, es demasiado.
Pero Jay-Z también está intranquilo por el destino de sus sellos discográficos, por sus regalías, por ser tomado en serio como agente deportivo y hasta porque consumas cierta marca de cerveza. Todo le abona a sus dividendos y ningún esfuerzo está de más cuando se cuidan tantos brazos de un solo emporio.
Por cierto, el rapero también está preocupado de que el fisco sepa de sus esfuerzos filantrópicos, aunque el año pasado no haya donado a la caridad ni la milésima parte de lo que ganó ($6,000 de 63 millones de dólares). Jay-Z debería estar preocupado hasta por los tropiezos de su amigo Barack Obama, a quien apoyó abiertamente en su candidatura, aunque muy probablemente ése es uno de los pocos asuntos que no le quitan el sueño.
Y claro, el hombre no la pasa mal; ha ganado unos 500 millones de dólares en toda su trayectoria, además de que tiene en las repisas casi una veintena de Grammys y en la mansión una de las mujeres más deseadas de la farándula. Pero Jay-Z, créanme, está preocupado por algo más gordo: su reputación como artista.
De hecho, su nueva apuesta discográfica, Magna Carta… Holy Grail, le trae más preocupaciones que satisfacciones. La primera de ellas es que compres un teléfono Samsung, cuya aplicación “MCHG” te permite descargar esta nueva producción. Porque todo suma.
Jay-Z está preocupado por su vigencia como artista. Por ello, en lugar de prescindir de la previsible lista de colaboradores –como ya hizo su colega Justin Timberlake en su último disco–, el rapero vuelve a contratar a los más efectivos y a los más cool. Jay-Z está preocupado porque quizá la autosuficiencia no es una de sus virtudes.
Shawn Carter está tan preocupado porque lo compres –a él y a sus productos– que no puede evitar los títulos grandilocuentes, las referencias que habiliten su trabajo (Picasso, Basquiat), ni los temas que lo conecten contigo (la familia, la lealtad, la religión).
Jay-Z está preocupado por el fracaso comercial, por eso le cede a Justin Timberlake los primeros ochenta segundos y hasta el coro del track que abre este disco.
Y Jay-Z está preocupado por parecer aburrido, estancado o predecible. Así que no se conforma con Timbaland o con Rick Rubin. No le basta con Frank Ocean o con Pharrell Williams… Los quiere a todos para hacer algo infalible, portentoso. Y claro, lo hace.
Jay-Z está preocupado por convencerte. ¿Lo está haciendo bien?
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