JUAN DE LA SERNA
Kidsticks es quizá uno de los materiales más arriesgados en la carrera de Beth Orton, artista que desde principios de los noventa lleva madurando un sonido folk, mismo que ahora decide explorar desde otro punto de vista.
Y es que la mujer puede acoplarse a diferentes necesidades artísticas: por un lado, enfocarse en el folk más acústico, y por el otro participar en proyectos electrónicos aparentemente opuestos. Y manejando ese tipo de dualidad es que puede crear un disco como este, que si bien no es su trabajo más representativo sí funciona como una muestra de las posibilidades sonoras de la inglesa.
Incorporando muchos más elementos electrónicos que en trabajos previos, el disco se mantiene fresco y entretenido. A pesar de que sigue una línea, algunas canciones son muy diferentes entre sí, lo que nos habla de alguien que sin miedo desprende ideas que tienen que ver con el trip-hop e incluso con algunos toques de glitch, como es el caso de la canción que da nombre al título del disco, y que es una pieza instrumental altamente influenciada por esa nueva tendencia de la música electrónica “experimental”.
Entre los canciones más afortunadas se encuentran el sencillo “1973”, además de “Wave”, que es una balada al más puro estilo electropop y “Falling”, que es un track onírico donde experimenta su lado más Portishead, llevando a otros límites su rango vocal, muy influenciado por el trip-hop de los años noventa.
Quizá a los puristas de sus trabajos anteriores no les encantará este material o les tome tiempo asimilarlo. Sin embargo, ella ha hecho este tipo de experimentos desde los la década antepasada con colaboraciones como la de The Chemical Brothers.
En lo personal prefiero ver a un artista arriesgarse y hacer cosas nuevas, que trabajar con fórmulas que hacen que cada disco se convierta en un producto más.
Kidsticks retoma lo mejor de sus diferentes facetas, y aunque probablemente no llegue a las listas de lo mejor del año, sin duda será uno de los materiales más interesantes del mismo.