DAVID MELÉNDEZ
La polaridad del caos.
Llevar al extremo la situación electrónica: un acto de valor de Alejandro Ghersi, mejor conocido como ARCA.
Y es que el productor venezolano tiene una inusitada facilidad para desprenderse de cualquier corriente electrónica en boga, y generar un híbrido donde la experimentación genera un caos que posee el embrión de cierta minúscula canción que, de pronto, se desenrolla y desarrolla a expensas de sonidos multiformes. Vaya, ARCA construye canciones no compone melodías.
Entonces, va por inmejorable derrotero con respecto a otras corrientes modernas de electrónica que no contienen aristas refinadas ni moldeadas. Lo cual, queda demostrado hasta el paroxismo con Mutant (Mute Records, 2015), el anhelado segundo disco que lo coloca como cabeza de cartel y, más abajo, infinidad de teloneros que ansían ser como él.
De entrada, llama la atención la forma de amalgamar las diversas capas de sonido en Mutant. ARCA parece un antiguo alquimista que agarra grabaciones de campo de chillidos como arrancados del peor de los purgatorios, con extractos de maquinarias industriales embellecidas bajo la sapiencia moderna del Pro Tools.
Aparte y en todo momento, se regodea bajo una atmósfera que se balancea entre opresora y abrasiva, en el instante mismo en que confluyen todos los sonidos en cualquier canción. Justo ahí, se genera un pandemonio de emociones sonoras, mismas que no sólo explotan sino que inundan nuestros sentidos.
Porque, es cierto: la música de ARCA posee los mismo ganchos motrices que garfios empáticos. Basta poner el ejemplo del tercer corte del disco “Vanity” (de veinte en total), que no es otra cosa que una marcha macabra para entrar al peor de los báratros, con ráfagas galácticas de chorros de luces fulgurantes. Además, esas reminiscencias de silbidos sintetizados, parecen gritos hiriente ahogados en alguna época milenaria desconocida.
Lo mismo sucede con el track que arranca el listón de inicio de Mutant, “Alive”, que brinda una especie de ritornello perpetuo mientras, a sus espaldas, un prístino y decantado sintetizador (que exuda belleza atemporal), trina como pájaro electrónico bajo el rocío matinal.
Mutant es una bomba que explota a cada track (a destacar la salvajada de “Beacon” o la polaridad instantánea de “Faggot”), pero sabe hundirse bajo las arenas movedizas más imperceptibles cuando es necesario. Incluso se siente violento pero juguetón en contadas ocasiones, para quitarle el lado introspectivo al tobogán de sonidos que atacan en jauría al tímpano.
Resulta majestuoso constatar con Mutant que se abren compuertas distintas de esencias electrónicas. Ahí está el ejemplo próximo del dúo parisino Syracuse, que sin ser abstractos ni derrochando capas sonoras en su música, factura un pop estelar que también escapa a la escena actual. Eso es lo importante: alejarse del centro y provocar el caos.
Así que ARCA y Mutant (con un arte iracundo cortesía de Jesse Kanda), hilvanan deformidades sonoras que a veces se cargan de un voltaje erótico electrónico distorsionado, el cual sabe derretirse al momento exacto que lo piden nuestro oídos.
Larga vida para ARCA. Cualquiera de sus mutaciones sonoras son bienvenidas sin miramientos.
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