SAMUEL VALDÉS LÓPEZ • La penumbra persiste.
Definidos por lo que nos rodea. Esa es la traducción (parcial) de una canción del primer disco de The Twilight Sad, el majestuoso y gutural Fourteen Autumns & Fifteen Winters. Somos el reflejo del ambiente en que crecimos, y quizá por ello el sonido de The Twilight Sad cambia en cada disco; el único elemento en común es la angustiada voz del vocalista James Graham.
En su último material de estudio, Nobody Wants to be Here and Nobody Wants to Leave se entiende finalmente qué son The Twilight Sad: el reflejo de una emoción descontrolada que estalla (Fourteen Autumns & Fifteen Winters); la enervante sensación de un terror que no acaba (Forget the Night Ahead) y el mecánico desgaste de la vida (No One Can Ever Now).
Reflejo, sí. Copia calcada, nunca. Tres discos antes donan parte de su ser para crear este cuarto disco. “There’s a Girl in the Corner” podrá parecer “Reflection of the Television” del Forget the Night Ahead, con el lento inicio y la batería merodeadora, pero el sabor de Public Image Ltd. que tanto marcó su tercer disco sobresale ahora como una capa extra, no como el sonido definitivo.
Y odiaría usar el término “maduro”, porque estos escoceses lo han sido desde el principio. Prefiero el término Gestalt. Como en el libro de Theodore Sturgeon, aquí cada elemento embona perfectamente, creando una especie de new wave con elementos de post rock que evocan un pasado que no existe pero que juras conocer.
Esa es la magia de The Twilight Sad: crear un sonido que pareciera conocido, pero fresco. “Last January” recuerda ese pop británico de los ochentas, con un ritmo similar a The Cure (“Play for Today”, “A Forest”). Es un estilo que visitan varias veces durante el disco, pero no el único. “In Nowheres” se acerca a su primer disco, pero nunca se recurre a aquella muralla de sonido que se derrumbaba sobre uno. Aún así, el golpe emocional sigue siendo el mismo, donde el bajo y batería tratan de mantener a una guitarra airosa en la tierra.
Y aún en sus momentos más etéreos, donde pareciera vislumbrarse un poco de optimismo, la penumbra persiste. A fin de cuentas, es The Twilight Sad; una banda que pareciera recitar himnos celtas distorsionados. “Sometimes I Wished I Could Fall Asleep” cierra el disco de una manera contradictoria, mezclando la melancólica voz de Graham con un ambiente de piano y sintetizador que a veces es interrumpido por voces de niños en la distancia y con un delay estilo reggae que crean una sensación incómoda. Los elementos de terror de The Twilight Sad, apuntando a un terror humano y no sobrenatural, siempre están a flor de piel.
Tal vez el reciente concierto (gratuito –¡bájenlo!) con la Royal National Orchestra le dio a The Twilight Sad un nuevo sentido de armonía. Ese manejo más controlado de ruidosas atmósferas con elementos electrónicos precisos y una voz apasionada hacen que en este trabajo la banda finalmente puede verse al espejo y saber quiénes son.
Predigo que para el siguiente disco romperán dicho espejo y cantarán sobre el dolor en sus manos.
–