ALEX_CASTRO Hace exactamente cuatro décadas vio la luz este disco. Pero esta no es una clase de historia, sino un alegato sobre mi relación de amor-odio con él.
¿Realmente necesitamos otra reedición del Dark Side of the Moon? ¿Es que no tenemos suficiente con nueve versiones de Tubullar Bells? – La Monja Enana, “Héroes del Pasado”
Lo admito: tengo una relación de amor-odio con Dark Side of the Moon. Sé que es un buen disco, un gran disco si quieren, pero no tan magnífico como nos lo han vendido.
No faltarán quienes digan que estoy loco, que es una de las obras mejor logradas de todos los tiempos, la cumbre del “buen rock” o cualquier otra frase políticamente correcta del estilo. Y quizá tengan razón, pero también es un cliché; una obviedad enorme y recurrente de esas que de tanto sonar acaban cansando, como sucede con los Beatles, los Doors o los Creedence. (A mí no me cansan los Beatles, pero conozco a muchas personas que literalmente los detestan).
Decía que Dark Side… es un gran cliché. Y sus defensores me cuestionarán: ¿Eso lo hace un mal disco? Por supuesto que no, pero creo que el arte es percepción y por lo tanto, que una obra que es interpretada, referenciada y parodiada hasta la saciedad, puede llegar a perder su significado original.
¡No seas estúpido, se trata de un clásico! Arremeterán otros y con algo de razón. Claro que es un clásico. Y todos sabemos que a los clásicos hay que conocerlos, reconocerlos y amarlos… Pero cuando estos empiezan a saturarnos también hay que aprender a evitarlos, desmitificarlos y de ser posible botarlos en el fondo del armario para no terminar odiándolos. Y sólo después de eso, tal vez, reencontrarse con ellos en buenos términos.
Creo que si Dark Side of the Moon fuera una persona, sería una señora de cabellera esponjosa, uñas de acrílico, medias y tacón; o un cincuentón que los viernes por la tarde se enfunda en una chamarra de piel y se sube a una Harley-Davidson para volver a sentirse joven. ¿Eso es malo? Supongo que es triste, cuando menos.
Esa es ahora mi relación con este disco; una relación de amor-odio que me hace verlo sin toda la mitología que siempre le acompaña. Dirán sus defensores más recalcitrantes que no sé de lo que hablo porque no soy músico y no toco ningún instrumento; y algo llevarán de razón. Efectivamente: elegí el camino del músico frustrado, en lugar del camino del músico que –por ejemplo– se gana la vida tocando covers en los bares de rock.
Pero vamos más allá. En el documental de la serie Classic Albums sobre Dark Side…, una de las primeras explicaciones de Roger Waters sobre el éxito del disco es: “Todavía teníamos un objetivo común: Hacernos ricos y famosos”. Nadie negará que la agrupación ya se encontraba muy lejos del Pink Floyd oscuro y sicodélico de los primeros discos, por mucho que hayan experimentado en el estudio.
A estas alturas Waters, Gilmour, Mason y Wright ya eran respetados en buena parte del mundo por sus grabaciones, pero necesitaban un golpe certero, y Alan Parsons sólo les ayudaría a darle forma a esta obra que se pretendía grande, solvente, apantalladora pues.
Hay cosas que sí me gustan de The Dark Side…, como su atmósfera caótica y sus letras nihilistas; el feeling desolador de tracks como “Time”, “Us and Them” y “Brain Damage”, mismo que años después sería llevado más allá en The Wall.
Pero cambio de parecer en cuanto suena “The Great Gig In The Sky”, que la primera vez que la escuché me maravilló, pero que en 2013 ya me suena como una suite sexy hecha para musicalizar un comercial de Chanel No. 5, o “Money”, con su fusión de jazz ligero, sus requintos de rock buena-onda y su solo de sax. Mi chica dice que el sax es un instrumento tramposo, igual que el queso Filadelfia: puedes agregarlos a lo que sea y siempre quedarán bien; son ingredientes para ir a la segura.
Por todo lo anterior veo a Dark Side of the Moon como un disco de rock elaborado, elegante y muy calculado. Una de tantas obras que legitimaron la idea de ese rock culto, virtuoso o maduro, que como sabemos en casos extremos puede llegar a ser insoportable.
No quiero herir susceptibilidades. Sólo estoy convencido de que a los clásicos hay que tratarlos sin tanto protocolo. Así lo han hecho al acercarse a la música de Pink Floyd varios artistas; desde The Orb hasta Flaming Lips o Easy Star All Stars, y creo que casi siempre con buenos resultados.
Si aún les quedaron ganas de ver el documental sobre cómo se grabó Dark Side of the Moon, háganlo aquí:
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