ESTEBAN CISNEROS
FOTO: Neelam Khan Vela
The Orielles tienen nombre de girl-group de inicios de los 60. La pinta de teenager desarraigado de los suburbios que pueblan las películas de Gregg Arraki o Larry Clark. Y suenan a cassette de indie de mediados de los 80, pero con nitidez digital. Escriben canciones, justamente, sobre películas o series de televisión.
Son dos hermanas de Halifax, West Yorkshire, de apellido Hand: Esme-Dee y Sidonie. Está también su mejor amigo, Henry Carlyle Wade, de Liverpool. Se conocieron en una fiesta en una casa suburbana y conectaron hablando de Sonic Youth y Tarantino; decidieron hacer una banda esa misma noche.
Aprendieron a tocar en el escenario, en guerilla gigs aquí y allá. Graban sus propios videos porque parece que siguen indecisos de si les gusta más la pantalla o la música –así que capaz que un día cuelgan las guitarras para dedicarse al cine estrictamente cult.
Si no tienen todo para ser dentro de poco una banda legendaria, al menos un buen cuento (ya no digamos novela) podría escribirse con todo este material. Son The Orielles y una cosa o dos saben acerca de construirse una mística pop que penetre en todo lo que hacen.
En el espíritu de los tiempos, lanzan su material a cuentagotas en digital. Les ha funcionado. Se han hecho de un tropel de fanáticos que les siguen el juego en línea y en sus conciertos en su isla. Algo saben que nosotros no, pero no nos lo dirán así como así.
Son un pequeño universo en expansión, tanto que a veces ni ellos saben a dónde van, pero igual se lanzan de cabeza. Si no, ¿cómo se explican canciones como “Sugar Tastes Like Salt”, feroz periplo de resonancia y vibración de ocho-minutos-ocho? ¡Que esto no es música ensimismada!
Han firmado ya con Heavenly Records, un fichaje más que apropiado. The Orielles es un nombre que va bien en un disco-objeto, incluso por llevar la contraria a su propia génesis en 0’s y 1’s. Porque, epa, que conste que estamos hablando de unos pollastres que apenas pasan de los 20. ¿Qué se siente ser tan joven?
Y es que cuando uno por fin concluye que The Orielles suenan como a The Pastels van y toman la dirección contraria. Eso en un grupo siempre va bien. Eso, en días como estos, es el próximo paso que pocos se atreven a dar.
La música pop siempre ha tenido carácter, sólo que a veces las circunstancias (o qué sé yo) lo aplacan un poco. Pero no lo pierde: ahí está y va buscando encarnarse en almas y cuerpos jóvenes con raros peinados nuevos. Y a veces no necesita irrumpir como kaiju a destrozar metrópolis, sino sólo mantener la tensión viva. La llama no se apaga.
C/S.