La segunda entrega de la serie creada para presentar nuevas versiones de sus temas más clásicos.
Yoko Ono es una artista. Fin.
OK, abundemos.
Yoko Ono es una artista que sirve como el mejor ejemplo de lo que significa llevar esa etiqueta con dignidad para todo aquel que aspira a ser reconocido de la misma forma algún día. Su carrera es ejemplo de creatividad, sí, pero también de perseverancia ante las duras criticas por los motivos más diversos y más estúpidos: culparla por separar a The Beatles, por colgarse de la fama de John Lennon, por su supuesta falta de talento como músico y como artista plástico, por ser mujer, por ser japonesa y hasta por no quedarse joven para siempre. Esas acusaciones no explican del todo cómo es que Yoko Ono se las ha ingeniado para permanecer vigente todos estos años y seguir anotando números uno en listas del Billboard.
Con Yes, I’m a Witch Too, que es la segunda entrega de la serie creada para presentar nuevas versiones de sus temas más clásicos, tiene que volver a dar declaraciones en los medios de comunicación para defenderse de estas históricas acusaciones, pero incluso en su visita a nuestro país para presentar la exposición Tierra de Esperanza en el Museo Memoria y Tolerancia, se enfrenta a críticas de la comunidad artística local que la consideran obsoleta y ven su llegada a nuestro país como tardía y como otra obviedad del sistema cultural mexicano. Todos la ven como una bruja, de hecho.
A los escenarios han regresado los músicos más diversos, ya sea Björk, Madonna, Janet Jackson, Pet Shop Boys o The Chemical Brothers, pero aún no es popular para las nuevas generaciones escuchar nuevos lanzamientos de artistas consagrados o leyendas de la música. En el caso de Yoko Ono, que para esta producción reunió una larga lista de talentos desde Portugal The Man y Death Cab For Cutie hasta Miike Snow y tUnE-yArDs, ella convierte sus defectos en virtudes al ponerse totalmente en las manos de estos creativos que logran sacar provecho de la voz y personalidad que todos critican, pero que es maleable al grado de dar envidia. El resultado es un álbum que va de género a género como un road trip que cambia de ciudad.
Hasta ahí todo bien. Nos queda la interrogante de qué es lo que Yoko Ono podría producir junto a estos súper músicos si se tratara de canciones nuevas.