Tres DJs juegan a rediseñar la música del compositor.
ESTEBAN CISNEROS
I
Raymond Scott (n. 1908) es una de las figuras más importantes de la música. Punto. Todos conocemos su música, pero no su nombre –paradójico, cuando la oficialidad nos ha hecho aprendernos cientos de nombres sin conocer realmente lo que hicieron. La tiranía de los medios o lo que sea.
Scott está en todos lados. Buscad Powerhouse, por ejemplo. La ha usted, querido lector, lectora, escuchado seguro. ¿En películas? Sí. ¿En caricaturas? ¡Claro! ¿En la vida? La vida tiene a Raymond Scott de soundtrack subliminal: la consciencia colectiva musical. Todos conocemos el ta-ta-tachán de la Quinta de Beethoven, por ejemplo, sepamos la historia, el contexto y todo lo demás o no. Dejo mi argumento sobre la mesa, señores, señoras: Raymond Scott está en todos lados.
Y, sin embargo, no está. Las tiendas de discos no lo ubican tan fácilmente. Las revistas no hablan de él (o si lo hacen es en recuadros pequeños). No hay afiches de él ni en los cuartos de los nerds. Es un poco como esa idea religiosa de dios: está en todos lados pero no lo ves. Y además era omnipotente: compositor, ingeniero, inventor.
La música de Raymond Scott resume el Siglo XX a la perfección y lo trasciende. Comenzó tocando el piano para la orquesta de CBS Radio en su natal Nueva York. Luego formó su propio grupo, el Raymond Scott Quintette que, en realidad, tenía seis integrantes (pero eso de sextet podía distraer la atención fácilmente) y hacían un finísimo swing que, sin embargo, rompía las formas y se acercaba más al jazz moderno; de hecho, Scott decía que lo que hacían podía llamarse jazz descriptivo. Corría el año 1937.
El quinteto de seis se transformó con la década de los 40 en una big band. Scott fue ascendido a director musical de CBS Radio y rompió de nuevo con las formas: nada de segregación ni distinción de colores porque todas las músicas y todos los músicos valían la pena. Más tarde compuso música para Broadway, se pasó a la música pop y experimentó con los estudios de grabación.
En 1943 Warner Bros. compró su catálogo y Carl Stalling lo utilizó para musicalizar un montón de episodios de Looney Tunes y Merrie Melodies (de ahí que “Powerhouse” sea tan famosa). Flirteó con la música clásica pero le parecía demasiado seria y estirada y terminó por instalarse en un laboratorio (imagínenlo como de película serie B de los cincuenta) llamado Manhattan Research, para confeccionar la música del futuro. Para eso necesitaba instrumentos del futuro. La electrónica era lo que seguía.
Era un Dr. Frankenstein de los instrumentos. Inventó el Electronium, que era un sintetizador algorítimico (en 1996 el único aparato sobreviviente fue adquirido por Mark Mothersbaugh, de Devo; últimos reportes dicen que es 100% funcional). Y, al mismo tiempo, compuso algunas de las piezas de música electrónica y música concreta más importantes de la historia. Pero estaba demasiado ocupado para salir en fotos promocionales: una y nos vamos, que hay prisa porque hay que inventar y componer más. Murió olvidado en 1994; siete años antes sufrió un ataque que lo dejó prácticamente inmóvil, incapaz de comunicarse ni de trabajar.
II
A pesar de que por muchos años sus discos fueron inaccesibles, el Siglo XXI tiene maneras de cubrir sus necesidades. Una de ellas, información real, historia verdadera y no sólo oficial, música nutritiva y personajes importantes. Ya en los años noventa había resurgido interés por él gracias al uso de “Powerhouse” en Ren & Stimpy (John Kricfalusi es un crack). Y hoy, con un sitio web oficial, un archivo de sus grabaciones llevado cuidadosa y amorosamente por sus herederos; reediciones, remezclas y un montón de parafernalia revivalera necesaria, Raymond Scott es un nombre cada vez más conocido. Duele que, como en muchos otros casos, sea tan tarde. Pero más vale, dicen.
En meses recientes, el archivo de Raymond Scott fue abierto para que 50 años de material fueran accesibles para tres DJs –The Bran Flakes, The Evolution Control Committee y Go Home Productions– con el fin de hacer un disco de remezclas o, como lo describe mejor la portada del disco (de la que hablaremos en breve) de “rediseños” con la música del compositor. La intención, por supuesto, no es actualizar a Scott, porque sigue llevándonos la delantera. Es sólo aprovechar el potencial de su sonido para, quién sabe, generar algo que refresque las ondas radiales simuladas de la internet. O algo.
Hablemos de los artistas que trabajaron en modo haunthology para lograr Rewired, que así se llama el LP lanzado por Basta Records. The Bran Flakes es un dueto de Seattle obsesionado con discos viejos y oscuros recogidos de bazares y tiraderos; Otis Fodder y Mildred Pitt son nerdazos, sí, pero entienden del Ritmo; Fodder es el responsable de las remezclas en Rewired. The Evolution Control Commitee es uno de los muchos proyectos de Mark Gunderson, otro nerdazo de la electrónica y el Siglo XX. Go Home Productions es el nombre de batalla de Mark Vidler, remezclador británico cuya reputación fue construida a base de bootlegs y sesiones radiofónicas sólo para clavados del ruido.
¿El resultado? Más que satisfactorio. Raymond Scott suena juguetón y desmadrado en manos de estos otros locos. Se utilizaron más de 250 samples para construir 19 tracks. Ediciones, loops, trucos de estudio, computadoras, cintas, orquestas, guitarras. Fue un trabajo titánico en el que los rediseñadores hicieron lo que quisieron respetando la esencia de Scott. A veces incluso es difícil asegurar si todo fue pura técnica o pura intuición. A ese extremo. Rewired es un discazo que se escucha con gusto y que, por si fuese poco, demuestra la gigantesca gama de géneros que Raymond Scott podía visitar con éxito.
Y la portada (lo prometido es deuda): es una ilustración impecable y colorida basada en un trabajo de los años cincuenta de Jim Flora, diseñador para Columbia y RCA Victor y precursor del pop-art más fantástico. La ilustración original era en blanco y negro. Rewired está a todo color y es un reflejo perfecto de lo que pasa con la música del disco que guarda.
Raymond Scott importa. Raymond Scott en todos lados. Por favor.
C/S.
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[…] Publicado originalmente el 2 de mayo de 2014. También fue publicado en LaPopLife. […]