ESTEBAN CISNEROS
Molly Nilsson sacó un nuevo disco, Zenith. El título es apropiadísimo: a sus 30 años llegó a un punto en su vida y carrera en que hace lo que quiere, como quiere y cuando quiere (esto es: siempre.) Y lo hace bien.
Molly Nilsson es crack. Lleva ya años trabajando (que es gerundio) con coherencia y corazón; este disco me entusiasmó desde la noticia de su existencia, pero terminé convencido, canción tras canción, repetición tras repetición, de que esta música va a dejar su marca en mi mapa vital. Porque, bueno, yo así lo quise y permití. Porque me predispuse y me dejé llevar. Así funcionan las cosas con la música, ¿no?
Pero haré trampa esta vez: presentaré como producto terminado las notas que tomé tras varias escuchas del disco, entre traslados en hora pico, encargos caprichosos del trabajo-de-día y distracciones necesarias para calmar Esta Ansiedad®. Disculpe usted que no presente un texto más trabajado pero, hey, el foco está en Molly Nilsson y Zenith, no en estas afanosas letras. Va:
- Sus portadas: aunque la música fuese terrible, compraría esos discos por las portadas. Todos-y-cada-uno.
- Pero la música no es terrible. De hecho es lo contrario. Todo lo contrario.
- Suena a… no sé. A Europa. A Suecia y a Berlín. Molly es de Suecia, vive y compone en Berlín. Soy Sherlock Holmes. Un Holmes de pacotilla. ¿Qué pretendo al escribir sobre música? Piensa, Esteban. Piensa…
- Molly Nilsson es uno de esos engendros que nacieron a partir del matrimonio sónico (¿en serio escribí “matrimonio sónico”: ¿qué clase de pelma soy?) de Bowie y Eno. Es un hijo pródigo, un enfant terrible, el orgullo de la familia, la oveja negra. Es verdad que el siglo XXI suena así.
- Alguna vez prometí jamás escribir de Bowie (tengo mis razones) y, mire usted, Molly Nilsson va a hacer que me traicione.
- Zenith suena a una idea: la Europa Endless de Kraftwerk. Y es maravilloso. Es vertiginoso y gélido, gris plateado brillante, calculado y preciso. Casi da miedo.
- Entre tanta precisión marcial, sin embargo, hay destellos (¿en serio escribiste “destellos”, zoquete?) de juguetonería caprichosa, un montón de momentos de inspiración en los que Molly casi se suelta a correr y a dar de trancos, rompe ventanas y grita como una Yoko eufórica y afinada. Pero la palabra clave aquí es casi. Porque nunca lo hace. Amaga, solamente. Y en la tensión del conato puedo quedarme expectante los 47 minutos que dura Zenith.
- Y como en una buena película, de esas que se ven dos o tres o diez veces a pesar de ya conocer el final, puedo repetir el disco sin cansarme. Mantener el suspenso. Porque quiero saber si alguna de esas canciones se rompe al final. No lo harán. Pero escuchar es menester.
- Es bien difícil elegir cuatro o cinco canciones destacadas porque el disco me gustó todo y, por si fuese poco, funciona como álbum y no sólo como colección de canciones. Me quedo con tres: “Lovers Are Losers”, que es tan intensa como su título y contendiente para una de las canciones más sobrecogedoras de 2015; con “1995” y con “My Body”. Aunque tuve que dejar varias fuera. Tal vez debería de dejar de hacer este ejercicio de discriminación, que siempre me sabe mal.
- Le puse “1995”, justamente el single que fue lanzado al mundo para promover el LP, a un amigo. Me dijo que sonaba muy frío. Le dije que era un gran cumplido. Aún lo creo. Me dijo: no, es que es casi clínico, científico, como un sueño de Huxley. Sí, esa clase de amigos tengo: dijo como un sueño de Huxley. No tuve más que responderle que, efectivamente, lo era. Que, por fortuna, no era una pesadilla de Huxley. Porque la Nilsson es genial.
- Yo también recuerdo 1995. Y fue un año tan complicado como 2015.
- Synth-pop. Debo usar esa palabreja compuesta en algún momento. O tal vez no. No sé. Como sea, sí es synth-pop pero, ¿no resulta ya simplista y sesgado el término?
- Esta música podría ser el soundtrack perfecto para aquella película berlinesca perfecta que Wim Wenders jamás filmó, aunque se acercó. La puedo ver en mi cabeza. Carajo, es en serio: la puedo ver en mi cabeza. Espere usted, hold, que voy a ponerle play de nuevo al álbum. Ya vuelvo.
- ¿Sigue usted acá? ¿Por qué sigue leyendo (que es gerundio) las digresiones de un reseñista de segunda y de provincias cuando hay UN-NUEVO-DISCO-DE-MOLLY-NILSSON-QUE-HAY-QUE-ESCUCHAR.
- Desde 2008, Molly Nilsson ha grabado y lanzado seis álbumes. ¿Cuántos actos hacen eso hoy día?
- Y todos los discos son buenos, destacados, interesantes. Y tienen portadas geniales. Pero eso ya lo dije.
- Pero no es todo: la Nilsson escribe, produce, interpreta, hace el arte, distribuye… Ella es el artista y la disquera, el medio y el mensaje. He visto que algunos le llaman DIY. Do it yourself. ¿Qué habrían dicho de Leonardo Da Vinci? El rey del DIY.
- Debería haber más artistas así. Como Molly Nilsson, claro. ¿Da Vinci? Sí, bueno, era un gran tipo, un polímata envidiable. Pero el mundo necesita más Molly Nilssons, por ahora. Si sale un Da Vinci, genial.
- Que haya más Molly Nilssons.
- ¿Por qué sorprende tanto que un artista lo haga todo? Así debería de ser.
- Artista. He repetido esa palabra ya mucho. Pero es que sí: veo los vídeos, escucho la música, leo las letras. Molly Nilsson es producto de una escuela de arte y no necesariamente una formal. Ella es puras vanguardias del XX, Bauhaus, discos raros, libros abisales, películas en blanco y negro. Ella es discos de post-punk y filmes de Fassbender en mute.
- Es Siouxie y Can, Nico y Gary Numan.
- Los sintetizadores eran el futuro. Ya son el presente. De hecho, son el pasado. Pero suenan tan de avanzada aún.
- Tantas palabras y para qué. Mejor voy a escuchar el disco de nuevo.
- Zenith de Molly Nilsson es un disco gallardo. He dicho.
C/S.
- Molly Nilsson se presentará el 3 de marzo de 2017 en el Foro Bajo Circuito de la Ciudad de México. Más detalles en la página del evento en Facebook.
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