ARTURO URIZA • La banda vuelve con un disco único en su tipo; oscuro desde la médula y refrescantemente diferente al anterior.
Hay varias cosas que llamaron mi atención la primera vez que escuché a Iceage. Para comenzar, la crudeza de la banda, reflejada sobre todo en la errática y quebrantada voz de su líder, la cual parece desbaratarse y gozar de poca profesionalización, cosa que lejos de ser un defecto, le otorga muchísima personalidad al proyecto.
Pero la voz juega un papel aún más importante; primero porque al hacer de lado la crudeza musical del primer disco y dotar a este nuevo material con instrumentación mucho más compleja, se permite que lo vocal evoque sentimientos de diferentes maneras.
Lo primero que pensé al escuchar este disco fue que en algún punto, la voz puede residir entre los más infames momentos de un joven Thurston Moore y los chillantes gritos de un Chino Moreno de los primeros Deftones. No quiero decir que esto tenga que ser absoluto, simplemente no puedo alejarme de esa idea, sobre todo cuando escucho canciones como “Simony”, donde pienso en las veces que Moreno trataba de cantar como Robert Smith y no le salía. En verdad todo esto lo considero genial.
Pero hay otro cambio fundamental en el sonido de la banda: el trabajo de cuerdas. Desde el primer avance, que es “The Lord’s Favorite”, la banda dejó ver que el cambio era brusco, recayendo principalmente en la guitarra y la experimentación con un ritmo que parece referenciar al country, pero que no deja de cobijarse bajo una fría referencia post punk que sirve de tangente a todo el álbum. Otro es la adición de metales y pianos incidentales en varias de las canciones, características melancólicas dignas de Nick Cave & The Bad Seeds, notable en canciones como “Against The Moon”, “Glassy Eyed” y “Dormant And Veiled”.
Tengo que mencionar que no es un disco tan sencillo; fuera de un par de rolas, suele requerir un poco de previo conocimiento de la banda y de su extraño sonido, que de repente puede tener muchos toques de no wave, pero que también alcanza niveles épicos tremendos, como pueden corroborarlo con cierres magníficos como en “Forever”, donde trazan semejanzas hasta con Neutral Milk Hotel.
Bajos punzocortantes, voces coléricas, violentas y melancólicas, guitarras eufóricas y una banda mucho más pulida que acaba de sacar un disco único en su tipo; oscuro desde la médula y refrescantemente diferente al anterior.
Es el disco en donde colapsa el oscuro sur norteamericano con el gélido sonido post punk danés y la tradición de un montón de cosas en medio.
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