ESTEBAN CISNEROS
I
Estoy cansado de escribir obituarios. Pero la época no se harta de ellos. Y da la horrible sensación de ver morir una generación, de darse cuenta de que la estafeta ya estaba en nuestras manos desde hace años y no hemos atinado a arrancar a correr (o trotamos, apenas).
Estoy cansado de esta oquedad en el pecho y en la barriga, de que la cabeza no se deje desenmarañar, de que el mundo esté tan enfermo y seamos tan responsables de ello.
Se ha ido Leonard Cohen. Enciendo una vela, que es lo que toca (lo siento) y pongo el disco. Y escribo, que también es lo que toca. Pero no un obituario, no uno en regla.
II
Mejor cuento una historia, si me dejan. Una insignificante y burda; sentimental y afectada, si quieren. Es la historia de un tipo ofuscado por la música porque no encontró otra cosa mejor, y vaya que la buscó. Un tipo de juventud acardenalada por puños a los que no supo responder, que como muchos se hizo una coraza de discos y libros y películas para sobrevivir a la hostilidad.
Uno que vivió el paso del XX al XXI sin entender mucho, yendo de aquí y allá buscando su lugar. Que se enamoró fuerte un par de veces (o seis), mismas que terminó deshecho; que se dio cuenta de que en las palabras y los graves fraseos de un poeta descendiente del mismísimo Aarón le ayudaban no a sentirse mejor, sino a profundizar en esas penas. Irse al fondo para salir limpio. Era la única manera. Fue una lección importante.
Y este tipo comenzó a hacerle frente a las cosas en lugar de esconderse. Las más de las veces terminó vapuleado (en muchos sentidos), pero ya no tenía miedo. Había escuchado y vivido Songs of Leonard Cohen, Songs from a Room y Songs of Love and Hate, los primeros tres discos de Leonard Cohen, y ese fue su trago de valor. Pudo haber sido cualquier otra cosa.
Pero no. Y nuestro héroe ofuscado siguió siéndolo (lo segundo, que lo primero es dudoso) pero salió a vivir. Y como un pájaro en un alambre, como un borracho en un coro de medianoche, intentó a su manera ser libre.
III
“No voy a culpar al 2016 de esto”, dijo esta noche R, uno de mis mejores amigos. Y continuó: “Leonard Cohen tenía 82 años, pero me resultaría más fácil si no hubieran desaparecido tantas personas clave este año. La verdad es que esta noticia me entristece terriblemente. Habrá quien piense que esto es algo superficial y que no es un problema real. Es una pérdida real para mí, para muchos más, y eso duele. Esa voz profunda, esas letras perfectas, esas historias desgarradoras. New Skin for the Old Ceremony es mi disco favorito de Cohen, pero tengo mucho que agradecerle. Este puede que sea un año de porquería porque se nos quita a nuestros ídolos y porque nos recuerda que nosotros estamos viejos y que también vamos de salida. Adiós, Leonard, y gracias”.
IV
Me gusta el pensamiento de que esta noche mucha gente está escuchando a Leonard Cohen al mismo tiempo que yo. Me entristece, también, pero de un modo reconfortante.
Porque una línea lo resume todo muy bien para mí: We are ugly but we have the music.
Eso.
C/S.