ESTEBAN CISNEROS
Canciones de la inocencia y la experiencia es el trabajo capital de William Blake (1757-1827), tal vez el poeta inglés, surgido en el romanticismo, más respetado y referido de los últimos tiempos. Un libro esencial en cualquier biblioteca en serio; una colección de poesía pastoral y oscura que lidia con la niñez, la corrupción del crecer, las entonces crecientes ciudades y su ya enferma sociedad infestada de pobreza y otros males no menores.
Entre 1968 y 1970, el libro fue musicalizado por otro visionario: Allen Ginsberg, poeta beat y figura clave de la contracultura. Inspirado por el miedo y asco de la violencia en la Convención Demócrata de Chicago (aunque confesó alguna vez que desde los años 40 había tenido visiones gracias a la poesía de Blake), se unió a los músicos avant-garde peter Orlovsky, Bob Dorough, Don Cherry y Elvis Jones para musicalizar Songs of Innocence and Experience, en unas sesiones que salieron a la venta en 1970 en un LP distribuido por MGM y Verve.
Un año después, Ginsberg reunió once nuevas versiones de poemas de Blake con el músico Arthur Russell y un coro budista, aunque muchas de las grabaciones de las sesiones de 1971 nunca fueron editadas. Hasta ahora.
Ahora, Omnivore Recordings, sello que se ha distinguido por sus cuidadas reediciones y antologías de material raro de figuras centrales del pop del siglo pasado (de Big Star a Art Pepper), ha relanzado estas pistas en una edición especial de dos discos. La voz cruda y emocional de Allen Ginsberg vuelve a poner a William Blake en primer plano en un 2017 que lucha aún por zafarse de la estupidez y el odio. Apropiado es, cuando menos.
The Complete Songs of Innocence and Experience, como se titula la nueva edición, es un documento histórico de alto valor con casi dos horas de grabaciones. En lo artístico es una unión de épocas que, conjugadas, dan como resultado una sonoridad égloga y quimérica; en lo histórico, una muestra del importantísimo legado de Allen Ginsberg, un autor total.
En lo musical, podemos disfrutar de un LP ignoto que además de haber agotado su tiraje original hace décadas, es un punto de convergencia del jazz más idiosincrásico, el folk más pastoral, la psicodelia contracultural y el spoken word político, mezcla que nos da también una radiografía precisa del final de los alocados años 60.
Discos como estos nos trazan nuevas rutas en una historiografía pop que no ha terminado de ser explorada y comprendida en su totalidad, y que nos proponen otros rumbos para expandir un universo musical que se encuentra, en la actualidad, en plena búsqueda de identidad y solidez. Los clásicos serán siempre modernos. Blake y Ginsberg son sólo una muestra más.
C/S.